Mireia Valls es colaboradora desde hace más de 25 años de la revista SYMBOLOS: Arte – Cultura – Gnosis, en la cual ha escrito diversos artículos. Como autora ha publicado: Mujeres Herméticas. Voces de la sabiduría en Occidente, mtm-editores, Barcelona, 2007. Viaje en pos de un destino, Symbolos, Barcelona, 2009. Islas Simbólicas. Montjuïc, Mallorca, Buda. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2009. La Barcelona subterránea, Editorial Mediterrània, Barcelona, 2012. Las siete colinas de Barcelona, Mediterrània, Barcelona, 2015. Con Federico González ha escrito dos obras: Presencia Viva de la Cábala, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006 y Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala Cristiana, id., Zaragoza, 2013. También ha colaborado en: Hermes y Barcelona, Mediterrània, Barcelona, 2004. Siete maestros masones, La Logia Viva, Ed. Obelisco, Barcelona, 2006. Festival de Monólogos, Colegiata Marsilio Ficino, Barcelona, 2010. Documentos de la Iglesia Secreta I, II y III, Symbolos, Barcelona, 2014, 2015. En la Colección Aleteo de Mercurio ha publicado con Marc García, La Máscara Real y su simbólica, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017, y Las diosas se revelan, con la colaboración de Lucrecia Herrera, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2017. En esta misma colección también ha participado en la obra colectiva Himnos del Agartha, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2019.
– Hasta donde yo sé, “cábala" significa en hebreo "tradición". Me gustaría que me iluminase acerca del concepto de tradición en la cultura judía, y de cómo la cábala acoge y profundiza en él, enriqueciéndolo y llevándolo a un plano místico en el cual puede reconocerse un hombre de cualquier época y cualquier cultura.
Así es, la palabra “cábala” en hebreo (procedente de la raíz quibel= recibir) se refiere a la tradición, en el sentido de recepción, aceptación y transmisión de las verdades eternas conocidas unánimemente por todas las culturas, en este caso al esoterismo tal y como se vehicula y expresa en el pueblo judío, a su doctrina más interna (que no dogma) capaz de despertar la intuición intelectual y de promover la realización espiritual de sus adeptos.
Parafraseando lo que escribíamos con Federico González en el libro Presencia viva de la Cábala, “…el gran tema de la Cábala es la metafísica del lenguaje y ocupan en ella un papel fundamental las letras del alfabeto hebreo. En verdad el universo es un inmenso conjunto de letras que al articularse conforman el Nombre Divino, el Verbo Creador, un rollo donde están escritas, que al pronunciarlas las ordena. O sea, el cosmos como un libro en el que están cifradas todas las cosas. Aquí se debe destacar que estas letras son a la vez números, es decir que el conjunto de los números y sus combinaciones configuran el mundo, ya que este todo puede ser medido, pesado, y contado, y por lo tanto ser descrito de esa manera, en perfecto acuerdo con las ideas pitagóricas, tan presentes en el neoplatonismo (y neopitagorismo) de los primeros siglos de esta era. Por otra parte la traducción del término sefiroth, elementos constitutivos del Árbol de la Vida, modelo del Universo (Árbol Sefirótico), es numeraciones, cuentas o cálculos”.
De hecho, este pantáculo o pequeño todo conformado por diez esferas, con sus nombres de poder (los atributos o aspectos de la deidad) que son a la vez números (los cuales expresan cualidades por encima de todo y no solamente cantidades), es asimilado a un ser humano gigantesco, el Adam Kadmon, con el cual el microcosmos humano puede identificarse, y de este modo, conocerlo y conocerse a sí mismo, descubrir la esencia de su ser a través de un recorrido ascendente que, partiendo de su realidad concreta y material, atraviesa los planos o mundos invisibles del alma (inferior y superior) hasta la plena identificación con el espíritu y la realidad metafísica que los cabalistas denominan el En Sof, la Nada Infinita.
Por ello, la cábala “como la shekinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla –como el racionalismo ha hecho con Occidente–, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante, como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir una poética del espacio y de la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador”.
– Un aspecto poco conocido de la cultura occidental es la fuerte presencia de la cábala en el Renacimiento europeo. Autores como Pico della Mirandola defendía con vehemencia su valor como fuente de símbolos y sentidos densamente cargados espiritual e intelectualmente. ¿Comparte la opinión de que de la cábala es posible obtener enseñanzas válidas para nuestra propia cultura?
François Secret, estudioso de la cábala que se propagó entre los medios cristianos y neopaganos durante el Renacimiento, escribió que “aceptada o rechazada, la Kábbala es un descubrimiento tan importante como el del Nuevo Mundo”, lo que da idea del gran impacto que tuvo en ese momento clave de nuestra historia la apertura e irrupción de las doctrinas cabalísticas más allá del ámbito estrictamente judío –paradójicamente gracias a un hecho tan dramático como el de la diáspora provocada por la expulsión de los hebreos de Sefarad– y la inmediata asimilación por parte de los sabios y hombres de conocimiento tanto cristianos como neopaganos de todos los conocimientos de orden intelectual-espiritual y cosmogónico que atesoraba la cábala. Autores cristianos como Egidio de Viterbo, Reuchlin, Giorgi, Lefrèvre d’Étaples, Thénaud, Postel, etc. descubrieron en la cábala una fuente inagotable de sabiduría que en nada difería de la pregonada en las filas cristianas, además de un vehículo efectivo para despertar las potencias dormidas del alma universal equiparadas a los estados múltiples del ser denominados ángeles, arcángeles, virtudes, potestades, dominaciones, etc. Igualmente, Agripa, Bruno, John Dee, Paracelso, Boehme, por citar sólo algunos de los sabios, poetas, magos, médicos, astrólogos, alquimistas y hombres de ciencia embebidos de las enseñanzas procedentes de los textos de Platón y de autores neoplatónicos y neopitagóricos de la talla de Proclo, Porfirio, Plotino, Jámblico, así como de los textos recién traducidos del Corpus Hermeticum por Marsilio Ficino –que rescataban las más antiguas enseñanzas de la tradición egipcia–, supieron ver en la cábala enseñanzas cosmogónicas y metafísicas unánimes con la Prisca Theologia revelada por Hermes Trismegisto. O sea, una Tradición Primordial o Cosmogonía Perenne de la que derivan todas las demás tal cual las ramas nacidas de un mismo tronco, y que por tanto están revelando las mismas ideas, las mismas verdades y los mismos secretos contenidos en el Universo y en el interior del ser humano, aunque con diversidad de expresiones formales. En este sentido, se podría decir que en el Renacimiento se produjo (al igual que en los primeros siglos de nuestra era en Alejandría) la reapertura del punto de vista interior o esotérico que reconoce la Sabiduría única y universal atesorada en los símbolos, mitos y libros sagrados de todas las tradiciones que conforman el núcleo de la cultura de Occidente, que son la egipcio-greco-romana, la cristiana y la judía. Una Sabiduría que no ha dejado de expresarse hasta nuestros días, aunque los habitantes del mundo actual, donde impera el racionalismo, la propaganda y la tecnificación extrema, lo tenemos mucho más difícil para encontrar una vía de realización espiritual auténtica y adherirnos a ella. Difícil, aunque no imposible.
– Una de las enseñanzas acerca de la cábala que nunca olvidaré fue la que obtuve durante la lectura del libro de Gershom Scholem, La cábala y su simbolismo, en torno al concepto de "autoridad" en el pensamiento judío. Hasta donde recuerdo, ponía el énfasis en la libertad del sujeto a la hora de penetrar en el camino de la investigación espiritual de los textos sagrados, pues ese mismo camino le llevaría al mismo punto en el que se reencontraría con todo aquello legado por los maestros del pasado. Esa confianza en que la verdad no teme ser "examinada" (que no "demostrada"), porque en cuanto verdad siempre vence, me pareció iluminadora.
Cuando uno se acerca a la cábala, no sólo a sus intérpretes actuales como Scholem, Idel, Mopsik, Kaplan, etc., sino directamente a los textos doctrinales más antiguos como el Sefer Yetsirah, el Sefer ha Bahir, el Zohar y a los escritos de los cabalistas de Provenza, Gerona, Zaragoza, Castilla y más tarde Safed, se va encontrando con ideas que van al fondo de las cosas y le impactan profundamente, pues le revelan la posibilidad de despertar a un punto de vista donde el tú y el yo, lo uno o lo otro, el hombre y Dios, no constituyen una dualidad irresoluble sino las facetas de una realidad una y única que se polariza aparentemente para manifestarse, dando curso a una creación inacabada que brinda al ser humano la posibilidad de convertirse en un teúrgo cooperador con la Cosmogonía por medio de su comprensión y vivencia.
Son ideas como por ejemplo la de la androginia primordial de la deidad, la cual se traduce en una sexuación de todo lo creado y en la necesidad de conjugar constantemente el lado derecho o misericordioso con el izquierdo o riguroso para que todo vuelva a reabsorberse en su principio, un concepto presente constantemente en los textos cabalísticos y por cierto despojado de cualquier valoración moral; o de que el conocimiento verdadero es una identificación entre el sujeto que conoce con el objeto conocido a través del Conocimiento mismo; o del libre albedrío que le ha estado otorgado al ser humano para hacer de sí mismo lo que le plazca, de modo que si su intención del corazón (kavaná) se inclina hacia las verdades más altas, contribuirá a la restauración o rectificación (tikún) por la que todo será devuelto a su origen, meta de cualquier vía iniciática auténtica.
O sea, que la cábala ofrece al buscador la posibilidad de adherirse libremente (debequt) a una cadena áurea de iniciados (shelshelet) y vincularse a una doctrina de orígenes y fines metafísicos, todo lo cual es un inmenso tesoro para quienes están interesados en traspasar los velos de las apariencias y las ilusiones a fin de conocer las raíces misteriosas de todos los seres y las cosas, raíces, como decíamos, de un mismo Árbol Universal.
– En los tiempos que corren, quienes amamos el saber y tratamos de preservar el legado de la cultura corremos el riesgo de acabar encerrados en cenáculos de autogratificación donde nos demos mutuamente la razón, mientras el mundo continúa rodando por la pendiente. ¿De qué modo podemos contribuir a mejorar el mundo en el que vivimos, sin (como diría Jesucristo) perder nuestra alma?
Sinceramente, habida cuenta de las doctrinas de los ciclos cósmicos de las distintas tradiciones, no creo que este mundo vaya a mejorar. Nuestra civilización, como todas las que nos han precedido, está sujeta a una ley cíclica por la que todo lo que nace, crece y llega a la madurez, emprende un declive cada vez más acelerado que termina con la muerte de ese ser individual, pueblo o cultura. Una muerte que es precisamente el punto de partida de una nueva generación. Concibiendo así el devenir, no podemos esperar que nuestra aldea global vaya a ser una excepción. Bien haríamos, pues, acompasándonos a esos ritmos y dedicándonos, desde nuestra posición central en el universo, a la tarea más interesante y apasionante, que es la de conocernos a nosotros mismos por medio de los soportes que nos brinda la tradición. Y si algo podemos hacer por el prójimo, es ofrecerle las herramientas para que pueda realizar incluso en vida, por medio de la intelección más alta, el viaje de Conocimiento que reabsorbe a todos los seres y las cosas en su Principio. No hay plan más interesante que ritmarse con el cosmos y escrutar sus misterios, pensando y transmitiendo el poder liberador depositado en la Vía Simbólica, siendo la cábala una de esas vías, hoy al alcance tanto de judíos como de los que no lo son, de hombres y de mujeres que aspiran conquistar la Libertad que otorga el Pensamiento.
OTROS DIÁLOGOS CON HUMANISTAS DEL SIGLO XXI
El humanismo no es una tarea meramente museográfica, aunque implique la recuperación y preservación de nuestra tradición cultural: es un ejercicio al mismo tiempo activo y contemplativo, de reflexión y diálogo, que sigue ejerciéndose como en la Grecia y Roma clásicas, o en el Renacimiento. Nos ponemos al habla con humanistas actuales para conocer sus inquietudes y esperanzas en esta época necesitada, como todas, de una fuerte apuesta humanista para no perecer en el absurdo.
"Lo propio del hombre es la socialibilidad"
ANTONIO BARNÉS
"El humanismo se basa en filosofías abiertas al ser"
JESÚS COTTA
"Cuando el hombre endiosó a la razón, cavó la tumba de su dignidad"
JOSÉ LUIS TRULLO
"Sin la verticalidad del espíritu, el hombre se convierte en un reptil"