Alfonso Lombana Sánchez.- El húngaro Jano Panonio (1434-1472) fue un fenómeno cultural de su tiempo. Formado entre Ferrara con Guarino de Verona (1448-1454) y Padua en la Universidad de Teología (1454-1458), regresó a Hungría en 1458 y se convirtió en el asistente más importante del rey Matías de Hungría. Su obra impactó al mundo contemporáneo y desató toda una pléyade de lectores entusiastas que admiraron y que preservaron su obra. Estos “Janus-Readers” son, precisamente, los que han asegurado que Jano Panonio haya llegado hasta nuestros días. Como dijo József Huszti, quizás el mayor experto del Panonio, “que las obras de Janus se hayan conservado no se debe mayormente al espíritu compilador o conservador de los filólogos, sino más bien al respetuoso interés de sus colegas humanistas” (Huszti 1931: 294).
¿Y cómo ha llegado Jano Panonio hasta nuestros días? Como uno de los más grandes poetas latinos del siglo XV, además del primer escritor con nombre y apellidos de Hungría.
Curiosamente, él mismo lo presintió así:
pero ahora ella lee los poemas que se envían desde Panonia.
Magna gloria es esto para mí, pero más para ti,
patria, hecha noble por mi talento (Ep. 45).
En efecto, desde los años de juventud hasta décadas después de su muerte, el “fenómeno Panonio” se extendió por Europa como un objeto de culto y sus lectores se fueron multiplicando.
Según cuenta Antonio Bonfini en sus Décadas (Fógel et. al. 1936: 4,3,104), Jano era conocido por doquier; toda Italia sabía que Jano hablaba griego como un ateniense y latín como un romano. La afirmación, que quedó grabada en la memoria de toda su generación, había sido pronunciada por Guarino de Verona (1374-1460), el ilustre profesor de Jano en Ferrara y maestro de toda una dinastía de humanistas.
Guarino de Verona fue quizás el primer lector de Jano Panonio fuera de Hungría, además de maestro, corrector y, finalmente, admirador. En una carta de recomendación a Francisco Barbaro, dijo de él: “Por la presente te recomiendo a este Janus, un estudiante extranjero mío, que es de raza panónica pero de formas italianas; es un alumno admirable y fabuloso. Dale la bienvenida en tu círculo” (Sabbadini 1915-1918: Ep. 870, 32-34).
La admiración por el Panonio en casa de los Guarino perduró durante años. Battista Guarino (1435-1513), hijo de Guarino de Verona y sucesor al cargo de su escuela en Ferrara, compartió en su juventud pupitre con Jano Panonio y mostró durante toda su vida un aprecio enorme hacia el húngaro y su obra. En una carta que escribió a Bertuccio, el aprecio de Battista por el amigo húngaro quedó latente en una reflexión muy certera: ¿quién superaría a este joven de maravillosas costumbres? (Ábel 1880: 203-211). Battista también escribió varias elegías a al Panonio (cf. Ábel 1880: 146-150) y, en un epigrama, describió a su amigo, ni más ni menos, como “la luz máxima de nuestro siglo” (Budik 1827: 123).
La afirmación, no obstante, no es hiperbólica, ya que así lo percibieron también muchos de quienes lo conocieron.
Marsilio Ficino (1433-1499) trató a Jano Panonio. La prueba de su admiración por él está anotada en una dedicación manuscrita con traducciones de Platón en un códice en Viena (ÖNB, Cod. Lat. 2472, fol. 1v-r) en el que alaba al Panonio por ser el primero que condujo las musas a las tierras de Histro, esto es, del Danubio, y se encomienda a él (Ábel 1880: 202).
Ludovico Carbone (1430-1485), compañero de pupitre como Battista Guarino, lo rememoró en su Discurso fúnebre a Guarino como a uno de los más ejemplares alumnos la escuela de Ferrara (Garin 1976: 386).
Roberto degli Orsi (1420-1494), también amigo de Janus, le dedicó un epigrama y una elegía en las que dijo que no había otra cosa más agradable que leer y escuchar al Panonio (Ábel 1880, p. 150).
Galeoto Marzio (1427-1497), compañero de fatigas también en los años de Hungría, recordó con emoción al Panonio en una elegía en la que resaltó su sabiduría y su magno uso de las artes (Juhász 1932: 16-17).
En definitiva, muchos son los que quedaron fascinados por el Panonio, incluso quizás a como describe el primer encuentro con Jano el ilustre biógrafo Vespasiano da Bisticci (1421-1498): “Era un hombre joven de hermosa presencia y maravillosas costumbres [...]. Era ajeno a cualquier vicio y pleno de toda virtud […] Tal era la fama de su virtud que no solo se conocía en aquel estudio, sino que por toda Italia no se decía otra cosa de este joven” (Mai 1859: 222).
Bisticci, en su obra sobre 103 hombres ilustres, Le vite, dedicó a Jano Panonio un capítulo que sirve bien para entender el fenómeno que debió causar este joven en su tiempo. Ahora bien, entre las anécdotas que narra sobre él, hay una que es especialmente llamativa: concierne al recuerdo que quedó en la memoria del propio Bisticci tras escuchar a Jano un discurso ante el papa Pablo II en Roma, en 1465. Según cuenta, toda la gente que lo escuchó quedó fascinada ante él, pues “fue el suyo un discurso muy digno y recitado de tal modo como, se dijo, no se había escuchado desde hace tiempo nada igual” (Mai 1859: 222).
El recuerdo en vida de todos los amigos del Panonio, en definitiva, fue intenso. Ahora bien, su muerte acrecentó el mito aún más: una disputa con el rey Matías motivó que Jano Panonio tuviera que abandonar Hungría y, esperando quizás en Zagreb para proseguir una huida hacia Venecia, enfermó de tuberculosis y murió.
La muerte del Panonio en 1472 fue una pérdida grande entre los contemporáneos, que en seguida hablaron de su injusto final y lloraron su ausencia. Así, humanistas posteriores, como Lilio Gregorio Giraldi (1479-1552), atribuyeron al Panonio el título universal de poeta, aquel que otrora portasen Albertino Mussato o Francesco Petrarca, por haber sido capaz de escribir una poesía de un colorido nunca antes sentido hasta entonces (Grant 2011: 387). También Piero Valeriano Bolzani (1477-1558), que incidió en la maldad de aquellos que dejaron solo a Panonio, habló de él como de un hombre bondadoso, injustamente reconocido (Tollius 1647: 22-25).
En definitiva, Europa pronto reconoció a Jano Panonio como primer gran poeta de Hungría y, quizás gracias a sentencias como esta de Erasmo de Rotterdam (1466-1536), fue proclamado ya en el siglo XVI como un autor “clásico”. Erasmo dijo de él que tenía “un talento preclaro” y que “mereció los honores en poesía e hizo crecer la hierba más allá de Italia” (Teleki 1784: 124).
El siglo XVI, en verdad, institucionalizó al Panonio y, por ende, alumbró múltiples ediciones de su obra: ¡hasta Aldo Manuzio sopesó editarlo!
La relación de editores que publicaron a Jano Panonio, por lo tanto, merece una mención especial no solo porque todos ellos contribuyeron también a su difusión; apenas cabe duda que estos proyectos editoriales nacieron del interés intrínseco de sus promotores, que también eran lectores de Jano.
Una de las avanzadillas más importantes se la debemos a Jerónimo Vietor y a Juan Singrenio en Viena, quienes apoyaron dos colecciones muy importantes y punteras: la edición del Panegírico a Guarino que preparó Pawel Krosna (Crosnenis 1512) y la colección de elegías que editaron Békeny y Camers (Bekenius & Camers 1514); Vietor, posteriormente, en solitario y desde Cracovia, publicó otro libro en dos volúmenes (Vietor 1518).
Johannes Froben acogió una cuidada selección, que preparó Beato Renano en Basilea (Rhenanus 1518), y reconoció que el talento poético del Panonio era equivalente al de Virgilio; según Froben, Jano fue lo máximo en la poesía, como Reuchlin lo había sido en los misterios cabalísticos o Regiomontano en las matemáticas (Rhenanus 1518: 2).
Entre los primeros editores ocupa también un lugar preminente Jerónimo de Benedicto, quien desde Bolonia acogió la edición del panegírico que preparó Sebastián Magyi (Magius 1513); en tándem con Adriano Wolfardo publicó las ediciones príncipe de varias traducciones del griego al latín (Wolphardus 1522a), del panegírico a Marcelo (1522b), así como una preciosa colección de elegías (Wolphardus 1523).
Ahora bien, más allá de estas ediciones, muchos otros lectores del Panonio copiaron o compilaron con afecto sus obras.
Entre los copistas de Jano Panonio hay grandes nombres que no merecen ser pasados por alto. Además de Péter Váradi, que por orden del rey Matías preparó en torno al 1480 lo que se conoce como el “Corpus de Buda”, otros muchos copiaron los textos de Jano: Beato Renano en Alsacia (hoy, ms. en Sélestat, Bib. Huanist. 326, K 812b, aprox. 1520); Estanislao Sauer de Breslavia (hoy, ms. Budapest, OSZK, Cod. Lat. 367, aprox. 1522); István Szamosközy en Hungría (hoy, ms. en Budapest, OSZK Fol. Lat. 3962, aprox. 1600); Angelo Colocci en Italia, que compiló o promovió importantes colecciones del Panonio para la biblioteca Vaticana (mss. en el Vaticano, Cod. Lat. 2847, de 1511; Lat. 3352, s. XVI; Ottob. Lat. 2860, s. XVI).
Más allá de los fervientes copistas, otros muchos compilaron y coleccionaron las obras de Panonio, entre los que casualmente figura también un español: Hernando Colón (1488-1539). En tanto que apasionado lector de Jano Panonio, el hijo de Cristóbal Colón juntó en su biblioteca varias ediciones de su obra (Bekenius & Camers 1514; Rhenanus 1518; Wolphardus 1522b) y, sobre todo, dos manuscritos de importancia suprema, pues son documentos muy próximos al propio autor: se trata de los manuscritos, hoy en la Biblioteca Capitular y Colombina de Sevilla, con las signaturas 56-4-57 y 7-1-15.
Los gustos de apasionados lectores, pues, han determinado el legado del Panonio y, sobre todo, nos han preservado su obra hasta nuestros días. Admirar a Jano Panonio, en este sentido, es también admirar a todos lectores que nos lo han transmitido hasta hoy, gracias a los cuales podemos afirmar que la poesía del Panonio “enseñó por primera vez a los pueblos del mundo civilizado que un gran poeta de renombre también podía nacer en Hungría” (Huszti 1931: 293).
No muy alejado pareció sentirlo el propio autor a raíz de los versos que abrían este artículo y, además, así se desprende cuando rezando ante su sepultura en Pécs leemos en su epitafio:
trajo las laureadas deidades desde el Helicón.
Livor, concede por lo menos este título al que yace aquí sepulto,
pues no es este monumento sitio para la envidia (El. 27, 117-120).
Bibliografía citada
Ábel, J. (ed.) (1880) Adalékok a Humanismus történetéhez magyarországon. MTK, Budapest.
Bekenius, B. et Camers, J. (ed.) (1514) Iani Pannonii Quinque Ecclesiarum Praesulis, Poetae Candidissimi, Elegiarum Aureum Opusculum: Extant Autoris Eiusde[m] Poemata Plurima, Quae in Manus Studioso[rum] Propedie[m] Uentura Spera[n]tur. Hieronymus Vietor y Io. Singrenius, Viena. https://www.ustc.ac.uk/editions/664897
Budik, P. A. (1827) Leben und Wirken lateinischer Dichter I. Viena.
Crosnensis, P. (ed.) (1512) Ioannis Pannonii episcopi quinque ecclesiarum, poetae et oratoris clarissimi panegyricus: in laud Baptistae guarini veronsis praeceptoris sui conditus. H. Vietor y J. Singrenius, Viena. https://www.ustc.ac.uk/editions/667830
Fógel, I. et. al. (eds.) (1936), Bonfinis, Antonius, Rerum Ungaricarum Decades. Teubner, Leipzig.
Garin, E. (ed.) (1976) Prosatori latini del Quattrocento. Eunaudi, Turín.
Grant, J. (ed.) (2011) Modern Poets - Lilio Gregorio Giraldi, De poetis nostrorum temporum dialogi duo. Harvard Univ. P., Cambridge.
Huszti, J. (1931) Janus Pannonius. Janus Pannonius Társarság, Pécs.
Juhász, L. (ed.) (1932) Galeottus Martius. Carmina. Teubner, Leipzig.
Magius, S. (ed.) (1513) Sylva panegyrica in Guarini Veronenis praeceptoris sui laudem condita. Hieronymus Plat(onides de Benedictis), Bolonia. https://www.ustc.ac.uk/editions/836120
Mai, A. (eds.) (1859) Vespasiano da Bisticci, Vite di uomini illustri del secolo xv. Barbera, Bianchi e. Comp., Florencia.
Rhenanus, B. (ed.) (1518) Iani Pannonii Quinquecclesiensis episcopi, Sylva Panegyrica ad Guarinum Veronensem, praeceptorem suum: Et ejusdem epigrammata, nunq[uam] antehac typis excusa. Frobenius, Basilea. https://www.ustc.ac.uk/editions/664895
Sabbadini, R. (ed.) (1915-1918) Epistolario di Guarino Veronese. 3 vols. Società, Venecia.
Teleki, S. (ed.) (1784) Poemata quae uspiam reperiri potuerunt omnia 2: in qua exhibentur pauca quaedam e Plutarcho et Demosthene in latinum codem interprete translata. Wild, Trajecti ad Rhenum.
Tollius, C. (1647), Joannis Pierii Valeriani Bellunensis, De Literatorum Infelicitate Libri Duo. Amstelodami.
Vietor, H. (ed.) (1518) Iani Quinquecclesien. Episcopi Epigrammata. Epigrammata Iani Pannoini (sic.). Hieronymus Vietor, Cracovia. https://www.ustc.ac.uk/editions/240119
Wolphardus, A. (ed.) (1522a) Libellus, quibus modis ab inimicis iuuari possimus Ioanne Pannonio episcopo Quinque Ecclesiensi interprete. Eiusdem De negotiositate libellus, Io. Pan. interprete. Oratio Demosthenis, contra regem Philippum, Io. Pan. interprete. Fabula ex Homero, de Glauci et Diomedis armorum permutatione, per Io. Pannonium Latinitate donata. Hieronymus de Benedictis, Bolonia. https://www.ustc.ac.uk/editions/849965
Wolphardus, A. (ed.) (1522b) Panegyricus Jacobo Antonio Marcello Patritio Veneto. Hieronymus de Benedictis, Bolonia. https://www.ustc.ac.uk/editions/836122
Wolphardus, A. (ed.) (1523) Elegiarum liber unus. Hieronymus de Benedictis, Bolonia. https://www.ustc.ac.uk/editions/836121